domingo, 10 de marzo de 2013

EL FRACASO DE LA APOCALÍPTICA. JOSEFO.

                  Según hemos visto, el relato que Josefo nos hace del episodio de Masada adopta una perspectiva diferente de las tradicionales expectativas apocalípticas. En lugar de libertadores, los rebeldes judíos eran ilusos o impostores. Ellos tenían la culpa de la destrucción del templo y de la catástrofe que tenía que afrontar el pueblo judío. Bien es cierto que hemos de tener en cuenta aquí el propio papel que tuvo Josefo en la revuelta, y en seguida nos daremos cuenta de que tuvo ciertos sentimientos encontrados en su relato de lo sucedido en Masada, pues cuando fue capturado tras la batalla de Jotapata no tuvo más remedio que afrontar tal opción (1).

                José ben Matatías http://es.wikipedia.org/wiki/Flavio_Josefo nació el año 37 d.C. en el seno de una familia aristocrática de Jerusalén que afirmaba ser descendiente de los asmoneos http://es.wikipedia.org/wiki/Asmoneos por línea materna. Entró en la guerra como general cuando tenía veintinueve años, lo que, con toda probabilidad, implica que organizó sus tropas para la campaña de Galilea. Según su testimonio, cuando se veía claramente que los romanos estaban a punto de invadir Jotapata, él y sus oficiales huyeron de la ciudad y se ocultaron en unas cuevas. Pero los romanos los descubrieron y lograron que se rindieran por hambre. Algunos querían sucidarse antes que rendirse, pero Josefo intentó convencerles de que aquello estaba contra la ley judía. Al fracasar en su intento, propuso echar suerte para ver quién sería el primero en morir (2). Así, la suerte determinó que la voluntad de Dios era que Josefo y otro más fueran los últimos en morir (3). Los dos se rindieron a los romanos. Cuando finalmente se le conedió tener una audiencia con Vespasiano, Josefo profetizó que su captor sería el próximo emperador. Gracias a esto, afirma Josefo, se le concedió la libertad y la ciudadanía romana, terminó la guerra como ayudante especial de Tito y se retiró a Roma para servir a los flavios. En cuanto ciudadano romano, siguió la costumbre de añadir el nombre de su patrón al suyo propio, y de este modo llegó a llamarse Flavio Josefo.

                Esto tiene gran importancia para comprender la actitud de Josefo hacia los zelotas y la guerra en general. Él había combatido con todas sus fuerzas contra los romanos, así que ¿por qué había cambiado? Josefo nos da una respuesta interesante en su relato de la cueva, en donde, según dice, tuvo una serie de sueños y visiones que le hicieron darse cuenta de que la guerra, con sus esperanzas apocalípticas, no era solamente fútil, sino también contraria a la voluntad de Dios, que estaba de parte de los romanos. Con otras palabras, Josefo había sido el destinatario de una nueva revelación apocalíptica y, por inspiración divina, se le había dado la correcta interpretación de las profecías bíblicas del pasado. Josefo sería ahora un mensajero profético para el futuro de Israel. Su profecía sobre Vespasiano formaba precisamente parte de la revelación de este plan divino. Su rendición era un servicio que Dios le había encargado para su amada nación (4). Todo esto puede interpretarse como una justificación totalmente egoísta, pero muestra cómo incluso la propia denuncia que Josefo hace de los orígenes apocalípticos de la guerra podía dirigirse en otra dirección. La clave residía en la reinterpretación.

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(1). Nos cuenta esta historia en La guerra de los judíos 3.340-408, pero también alude a ella en su Biografía, que constituye uno de los primeros ejemplos del género literario de la autobiografía que nos ha llegado de la antigüedad.

(2). Se han percibido desde hace tiempo las semejanzas con la historia de Masada.

(3). Para una utilización análoga de las suertes en orden a permitir que Dios interviniera directamente en el curso de los acontecimientos, compárese la selección de Matías como sucesor de Judas tras la muerte de Jesús (Hch 1,23-26): http://hechosdelosapostolesjuanmateos.blogspot.com.es/2011/02/i-origenes-de-la-iglesia-judia-en.html.

(4). La guerra de los judíos 3.351-355.

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